Tras haber trabajado de manera superficial con su equipo como cliente, conocí a José Antonio Llorente en persona a través de mi antiguo compañero Alfredo Fernández a principios de 2009. Sin haber llegado aún a adquirir el estatus de claro liderazgo que ostenta hoy en el mercado, la consultora de comunicación que él y Olga Cuenca habían fundado en 1995 ya tenía en aquel tiempo mucho viento en las velas.
A lo largo de los años que siguieron, tuve la suerte de trabajar muy de cerca con José Antonio en varios proyectos de asesoramiento corporativo. Intentando aportar valor en un amplio abanico de situaciones: desde reestructuraciones accionariales o inyecciones de capital hasta la evaluación de oportunidades de M&A. Asesorar a un asesor tan brillante intentando devolverle la confianza demostrada fue para mí un gran motivo de orgullo entonces.
Una serie de circunstancias nos distanciaron más tarde. Principalmente, la distinta orientación que le quise dar a mi actividad profesional, alejándome del entorno corporate finance al que previamente había dedicado ya casi una década como parte del equipo de UBS Investment Bank. Al cambiar ese ser asesor personal por distintas variantes de emprendimiento, la realidad es que no volví a disfrutar de su compañía como lo hice durante aquel periodo.
Cuando supe del deterioro de su salud, a principios del año pasado, no dudé en volver a ponerme en contacto con José Antonio. Y al otro lado, como siempre, sin excepción, y pese a las difíciles circunstancias que él atravesaba, me volví a encontrar a la misma persona cargada de vitalidad, inteligencia y bonhomía de quien tanto había aprendido tiempo atrás.
Como sus más allegados han dejado claro en estas semanas de funerales, tributos y homenajes, tristemente hemos perdido a una valiosísima persona. Alguien que dejaba huella allí donde ponía el pie, que en su caso eran una serie casi infinita de lugares. Siempre llevado por una curiosidad de las más genuinas que he conocido. Por ese interés tan cálido en quienes le hemos acompañado en algún momento.
Gracias por haber sido siempre tan ejemplar, amigo. RIP.