El economista Jesús Fernández-Villaverde es una de las mentes más brillantes de España. En un desierto de perezosos dizque análisis reciclados y a remolque de otros, sus artículos y conferencias suponen un oasis de pensamiento sólido, valiente, estructurado y personalísimo. Dicho esto, su tono soberbio y en ocasiones faltón creo que puede minar innecesariamente el alcance de sus mensajes.
Este mes de diciembre, con motivo de la conferencia anual que da desde hace años en la Fundación Rafael del Pino, Fernández-Villaverde publicó un artículo –conjuntamente con Luis Garicano y Tano Santos– en el que abogaba por una agenda de crecimiento económico. Es decir, por un aumento radical de nuestra productividad, impulsado por la adopción y generación de tecnologías punteras
En concreto, y tras lamentar la pérdida de oportunidad que supuso la revolución industrial del siglo XIX para España, Fernández-Villaverde y sus coautores fijaron su vista en los desarrollos de la inteligencia artificial y el masivo potencial de transformación que éstos ya habilitan y seguirán impulsando.
Plenamente de acuerdo con el mensaje expresado, me llamó la atención que los autores hicieran un juego correlativo con el libro de historiografía El fracaso de la revolución industrial en España, 1814-1913, cerrando su artículo con la frase: “No debemos esperar a que un historiador futuro escriba: El fracaso de la revolución de la inteligencia artificial en España, 2012-2111.”
¿Por qué? Si cien años parece un intervalo adecuado para analizar y atribuir el malgaste de la antigua ventana de oportunidad, prácticamente podemos asegurar que la actual permanecerá abierta un periodo de tiempo mucho menor.
La aceleración de los desarrollos tecnológico que están facilitando la explosión de la inteligencia artificial apuntan a que los ganadores y perdedores de esta revolución se podrán declarar mucho antes del año 2111. De hecho, en algunos mercados –p.e. Metaculus– la predicción mediana sitúa el alcance de la inteligencia artificial general en 2031.
¿Y cuáles son las señales de que España esté afrontando este reto clave con alguna garantía de éxito? Sinceramente, creo que ninguna.
Mientras los investigadores nacionales continúan a la espera de pequeñas ayudas a la investigación, con sus interminables retrasos, OpenAI acaba de lanzae su modelo o3. En el benchmark principal de matemáticas –el ARC-AGI, dificilísimo incluso para matemáticos profesionales– al principio del año los modelos de inteligencia artificial obtenían una nota del 5%. En septiembre, del 32%. Desde este mes de diciembre, el listón está ya en un 88%.
Así se escribe la historia. Unos la protagonizan; otros, por desgracia, siguen mirando el dedo.