Ayer miércoles se produjo el esperado parto de un nuevo sistema de financiación autonómico. En un alarde de inusitada valentía, decidí leerme las setenta y seis paginitas del documento borrador que la ministra Salgado envió a los responsables de Hacienda de las distintas comunidades autónomas fechado el 12 de julio.
Mi sensación inicial fue de confusión. La complejidad del modelo, con múltiples fondos y mecanismos, hacía muy difícil llegar a conclusiones nítidas para poder evaluarlo. Tras una segunda lectura, ésta apoyada por una hoja de cálculo, ese sentimiento de confusión se transformó paulatinamente en uno de indignación.
Y es que el punto 4.2.3 del documento, titulado “Fondo de Suficiencia Global”, desnudaba con descaro al rey que tan ceremoniosamente habían estado paseando a hombros el PSC (formerly known as PSOE) y la Esquerra.
A continuación trascribo el párrafo infamante:
“El Fondo de Suficiencia Global de cada Comunidad Autónoma [que provee el Estado central] en el año base es la diferencia positiva o negativa, entre las necesidades globales de financiación de la Comunidad en el año base y la suma de su capacidad tributaria más la transferencia positiva o negativa del Fondo de Garantía de Servicios Públicos Fundamentales, en el mismo año”.
Más allá de la crítica sintáctica, la reacción a esta lectura pasa por cerciorarse de cómo se calculan esas “necesidades globales de financiación” de cada comunidad. La respuesta se encontraba antes, en 4.1:
“Las necesidades globales de financiación en el año base para cada Comunidad resultan de adicionar a las necesidades de financiación de cada comunidad en el año 2007, el importe que le corresponda en el reparto de los recursos adicionales que se integran en el nuevo sistema previstos en el apartado 3.1”.
Misterio resuelto. Nada de presupuestos con base cero ni absurdas modernidades por el estilo. Para plantear cómo financiar a las comunidades autónomas de nuestro país, la base elegida por el Gobierno es lo gastado de hecho en 2007 más una cantidad adicional X, que pese a los esfuerzos por travestirla de fórmula de reparto aséptica y neutral, no es más que el producto de contentar con más euros a quien podía permitirse el lujo de exigir ser contentado.
Y luego uno tiene que escuchar a la ministra de Economía y Hacienda alabando la magnánima solidaridad que derrocha el modelo. Un modelo en el que, disparatadamente, da igual las transferencias que con el 75% de la recaudación autonómica se hagan entre comunidades (o sea ciudadanos) con rentas mayores y otros con rentas menores. Recordemos: el Fondo de Suficiencia Global que cubre la Administración Central del Estado compensa a las comunidades que han tenido un saldo negativo del Fondo de Garantía de Servicios Públicos Fundamentales. Lo que verdaderamente importa es esa fijación de las “necesidades globales de financiación” que van a misa, y que han sido negociadas en un mercado persa de intereses electorales. Lo demás, mal que le pese a la señora Salgado, no son más que juegos florales para entretener al personal. Daría exactamente igual que no existiese ese Fondo de Garantía de Servicios Públicos Fundamentales y que el Estado se comprometiese a que los recursos consignados ahora al Fondo de Suficiencia Global se empleasen directamente en igualar el gasto por unidad de necesidad (población ajustada por parámetros como la edad, vulnerabilidad y otros) para lograr niveles de cobertura uniformes en todo el país. ¿Por qué marear la perdiz entonces, más que para ‘blanquear’ un sistema enfrentado a verdaderos criterios de solidaridad en su componente interterritorial?
El remate final llega cuando el ministro Chaves nos dice que este es el modelo más justo conocido… ¡porque todas las autonomías reciben más dinero! ¿Se imaginan ustedes recibir esta explicación en clase de primaria? A mí me hace pensar en el chiste del pollo y las medias aritméticas. Si a uno de los comensales le cae el culo del volátil en el plato, según el ínclito vicepresidente último del gobierno ese famélico invitado está asistiendo al modelo más justo de todos los posibles, puesto que algo más que antes sí que tendrá. ¡Vaya tomadura de pelo!