A continuación paso a desarrollar la siguiente tesis: mal que le pese a un significativo sector de la izquierda, y en especial a quienes se autoconsideran –con mayor o menor motivo– como adalides de la intelectualidad de este país, todavía es posible para una persona joven el combinar un perfil público atractivo con una ideología política reconocida, sin ningún tipo de complejo, como de derechas.
Para este ejercicio me sirvo de la figura del periodista David Gistau. Considero que las dos premisas fundamentales para elaborar la secuencia lógica son relativamente fáciles de contrastar: 1) el joven periodista está considerado como uno de los valores con un futuro más prometedor dentro del panorama del sector en España, y 2) la ideología que profesa el señor Gistau puede ser etiquetada como de derechas sin miedo a entrar en demasiados contenciosos.
Gistau escribe sin miedos, haciendo gala de un estilo atronador y personalísimo. El periodista es, desde mi punto de vista, uno de los pocos columnistas patrios que, nueve de cada diez veces, superaría con éxito el test ciego de intentar atribuirle la autoría de un texto publicado sin firma.
Con muchos detractores al otro lado del espectro político –niño mimado de la derechona es de lo menos agresivo que he oído dedicarle–, el columnista de El Mundo y colaborador habitual de otros medios se está convirtiendo en una suerte de paladín para quienes creemos que hay que superar de una vez por todas todos los sectarismos que amenazan con convertir esta sociedad en verdaderamente inhabitable para quienes no comulguen con el pensamiento mayoritario.
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