Un triángulo escaleno es aquel cuyos tres lados son desiguales –en longitud y ángulos formados en los vértices de sus uniones–.
Cuando, en el contexto del logro del final de la violencia terrorista en el País Vasco, se intenta trazar paralelismos entre la tregua de ETA de 1998 –con el Partido Popular en el gobierno– y la situación actual, quienes niegan validez a las extrapolaciones entre ambos momentos históricos suelen apuntar a la vigencia hoy de la Ley de Partidos –aprobada en la anterior legislatura– como el principal factor diferencial.
Sin embargo, y más allá de formalismos jurídicos, centrándonos únicamente en el trasfondo político de las dos situaciones, yo creo que la diferencia esencial entre ambas coyunturas reside en las distintas posiciones que adoptan los dos grandes partidos de implantación nacional en ese triángulo escaleno imaginario que representaría nuestro espectro político.
¿Puede alguien pensar que el miedo desde el PSOE al pago de un precio político a ETA por parte del gobierno de Aznar es equiparable al riesgo percibido desde la cúpula actual del PP respecto a que el ejecutivo de Rodríguez Zapatero –con su trayectoria de sintonía con los partidos nacionalistas e incluso abiertamente independentistas– caiga en esa peligrosísima tentación?
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