Mi currículo es un tanto inusual en algunos aspectos. Uno de ellos es que compatibilicé mis estudios de empresariales internacionales en una universidad presencial con una doble licenciatura en derecho y económicas por la UNED.
Siendo por tanto un doble licenciado por esta universidad -con dos distinciones académicas-, y pudiendo demostrar mi vocación por la literatura como autor de una novela seleccionada para la votación del jurado del Premio Nadal 2006, creo que es comprensible mi decepción cuando desde la UNED me comunicaron hace unos días que rechazaban mi candidatura a enrolarme en su programa de Master en Estudios Literarios.
¿La razón? Todos mis méritos, incluidos idiomas –he vivido diez años fuera de España-, palidecen al lado de los de cualquier licenciado en filología en el baremo aplicado por esta institución, por muy mediocre que sea el expediente del filólogo en cuestión…
Desde una perspectiva anglosajona, en la que la diversidad es genuinamente considerada como un valor, y el talento es tenido en cuenta más allá de la estrechez de miras de las acreditaciones específicas, decisiones como ésta confirman que la universidad pública española tiene –desde mi, eso sí, nada objetivo punto de vista- mucho camino por recorrer de cara a su adecuación al siglo XXI.
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