El panorama radiofónico nacional es un auténtico homenaje al sectarismo. Las dos cadenas con mayor audiencia –al menos en la hora punta matinal- presumen de sus espacios abiertos y de sus tertulias.
Sin embargo, ni en la SER ni en la COPE puede asistir uno a un simulacro siquiera de verdadero debate. La sintonía -en lo sustancial al menos- entre todos los invitados es tal, que se priva al oyente de un auténtico contraste de opiniones.
La sana excepción ahora mismo está representada por Onda Cero. Carlos Herrera da la impresión de haber optado por una estrategia de distensión y de aferrarse al sentido común, más que de entrega a análisis políticos en profundidad, recordando al modo en que –salvando las distancias- Jose Ramón de la Morena le arrebató en su momento el liderazgo en las ondas al mítico SuperGarcía.
Los tertulianos invitados por Herrera cubren un amplio espectro ideológico y, si bien las llamadas de los oyentes sugieren que hay en la audiencia del programa un mayoritario alineamiento con posiciones escoradas a la derecha, las posiciones contrarias tienen entidad ante el micrófono, y no son un mero pretexto –al modo por ejemplo de la figura de Carlos Mendo en Hora 25-.
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