Encuentro que la contención –en un contexto de expresión artística- es uno de esos conceptos más fáciles de identificar cuando uno se topa con él, que de definir en abstracto.
El libro “Nunca me abandones” –Never let me go, en su versión original-, de Kazuo Ishiguro, escritor de origen japonés que se trasladó a Inglaterra con su familia a los seis años, es el ejemplo más brillante de la puesta en práctica de ese ente tan extraño llamado contención, con el que me he encontrado en los últimos tiempos.
El libro del autor de “Lo que queda del día” –llevada al cine por James Ivory, con papel protagonista a cargo de Anthony Hopkins- compitió justamente con otras cuatro obras –incluyendo “Sobre la belleza” de Zadie Smith, reseñada también aquí- por el Broker Price del pasado año.
“Nunca me abandones” es una de las novelas más hermosas e inquietantes publicadas recientemente, un libro bellísimo a la vez que perturbador, dicen algunas de sus críticas. Y todo, añado, logrado sin una sola frase grandilocuente, sin un solo atajo, con paciente y sabia construcción a través del trabajo de cada detalle.
Todo lo contrario, por ejemplo, que en “La cabra o quien es Sylvia”, obra de teatro de Edward Albee, dirigida ahora en España por José María Pou. Obra que arranca auténticas carcajadas en sus momentos cómicos, pero donde el elemento dramático naufraga en parte debido a una acuciante falta de contención en el diálogo y en algunas de las interpretaciones.
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