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Las miserias de la coyuntura

Interesantes declaraciones de Alberto Núñez Feijóo esta mañana en la COPE. El señor Feijóo salió bastante airoso ante un locutor que ha venido mostrándose muy crítico con algunos de los posicionamientos políticos adoptados por el líder de los populares gallegos.

Desmarcándose de la línea habitual en los profesionales de la política, las respuestas de Núñez Feijóo a las cuestiones planteadas por Jiménez Losantos –como el veto a PRISA, el 11-M, o el liderazgo en el PP- fueron claras y concisas, al mojarse en el fondo de las cuestiones. 

Sin embargo, el punto que más me llamo la atención fue la respuesta dada a la cuestión del encaje de Galicia en el panorama estatal español. El máximo dirigente del PP gallego vino a decir que su partido creía firmemente en la nación española y, de un modo muy revelador, que no apoyaban un nuevo estatuto de autonomía ‘a la catalana’ porque a Galicia –con una renta per capita un 20% por debajo de la media nacional- no le convenía.

¡Qué gran oportunidad perdida para haberse expresado en términos de principios –defendiendo la solidaridad entre todos los ciudadanos, independientemente del punto de partida en la distribución de la riqueza-, con una visión más allá de los intereses coyunturales del terruño!

Cromagnon por todas partes

El último libro de Félix Ovejero, “Contra Cromagnon. Nacionalismo, ciudadanía y democracia”, es de los escasísimos ensayos publicados por académicos españoles que incorporan –lo que yo denominaría como- el modo anglosajón de argüir.

En su libro, una lúcida crítica que pone en solfa la enigmática relación de la izquierda española con el nacionalismo, Ovejero no rehuye toro alguno. Todos sus argumentos son explicados al detalle, valiéndose de la contradicción dialéctica, sin refugiarse en palabras ampulosas ni en conceptos tratados a vista de pájaro. 

“Contra Cromagnon” aporta reflexiones que es preciso tener muy en mente en los tiempos que corren. Destaco una, en el contexto de las revoluciones democráticas occidentales: “Un grupo de individuos poderoso no podía decir: si no me interesa lo que se acuerda, no acato las decisiones. Tampoco había lugar para la secesión, tampoco podía decirse: si no se aceptan mis privilegios me marcho. De una forma u otra, nadie quedaba fuera del dominio de la ley y de la justicia”. Ideas que deberían seguir tan vigentes hoy como entonces.

Lamentablemente, es muy poco probable que quienes más se beneficiarían de la lectura de esta obra –gente como el presidente del Parlament catalán, Ernest Benach, o la portavoz del ejecutivo vasco, Miren Azcarate- se planteen siquiera dedicarle un segundo a contemplar su portada.

Ataques a la libertad de expresión

Los distintos comités de empresa de los principales grupos de comunicación del país se están sucediendo en solidarizarse con el Grupo PRISA –sus trabajadores- ante la amenaza de boicot planteada por el Partido Popular.

Los fundamentos de estas muestras de solidaridad sindical –por ejemplo la del Grupo Vocento-ponen el dedo en que boicotear a los medios del Grupo PRISA supone un ataque a “la libertad de expresión”. 

La verdad, no lo entiendo. ¿Qué tiene que ver no acudir a las invitaciones de un medio, cualquiera, con limitar en modo alguno el que este medio en cuestión se exprese como editorialmente le venga en gana?

Además, con respecto a los ingresos publicitarios, creo que es necesario trazar una distinción fundamental: no confundir el gasto institucional con el gasto de partido. Porque, estando de acuerdo en que el primero nunca debe ser administrado bajo criterios políticos, nada hay que prevenga la distribución discrecional del segundo por parte de cualquier entidad, incluyendo por supuesto a los partidos políticos.

¿Ataques a la libertad de expresión? Me parece que los comités de empresa deberían preocuparse más por el empleo de aquellos trabajadores vetados en los medios por meros motivos ideológicos, como es el caso reciente del señor Hermann Tertsch.

Ficción y realidad política entremezcladas

Los medios de comunicación han recogido en fechas recientes los esfuerzos del coronel Muamar al Gadafi, máximo dirigente libio desde la ‘revolución’ de 1969, por salvaguardar su legado político.

Imbuido de un peculiar afán por convertirse en una especie de rey-filósofo platónico, Gadafi publicó ya en 1973 su visión política -“El libro verde”- en tres volúmenes: “La solución del problema de la democracia: el poder del pueblo”; “La solución del problema económico: el socialismo”, y “El fundamento social de la Tercera Teoría Universal”.

En esta obra Gadafi reflejaba su visión particular del estado y pretendía desmarcar a la administración libia de cualquier alineamiento internacional.

Mucho ha llovido desde aquellos días, empezando por el final de la guerra fría que polarizó el escenario político internacional hasta el final de la década de los ochenta.

Pues bien, esos esfuerzos en los estertores de su ‘reinado’ han incluido el invitar a Anthony Giddens -el teórico de la ‘tercera vía’ de Tony Blair-, o a Francis Fukuyama –autor de “El fin de la Historia”-, a contribuir sus puntos de vista. Es como si, en cierto modo, la realidad estuviese emulando a la ficción, entendiendo ésta como la teoría circunscrita tradicionalmente a los libros.

Mientras, por otra parte, en la magnífica séptima temporada de The West Wing –“El ala oeste de la Casa Blanca”- los guionistas se esfuerzan en condensar la problemática decisoria de la guerra de Irak en lo que, en principio, no es más que una serie de ficción televisiva.

Quizá no sea ésta una mala tendencia. Eso sí, mientras no perdamos de vista las diferencias fundamentales entre los dos ámbitos. Y entre ellas me viene a la mente la posibilidad de causar un daño físico a las personas; facultad exclusiva del mundo de lo real, como bien podría atestiguar Antonio Aguirre, el miembro del Foro de Ermua agredido cobardemente ayer en Bilbao.

De partidos y principios

ERC se descolgó el pasado fin de semana con un generoso e inusual ofrecimiento a los dirigentes de CiU. Un ofrecimiento de profundo calado político, no está de más añadir.

El vicesecretario de ERC, Xavier Vendrell, parece haber propuesto el apoyo de su formación al líder convergente, Artur Mas, en el –frustrado en dos ocasiones ya- empeño de éste por alcanzar la presidencia de la Generalitat. Todo, además, habría sucedido en el bucólico marco de una ‘calçotada’ con sus juventudes.

El ofrecimiento, sin embargo, no es que pueda considerarse ‘gratis total’ precisamente. Pero es que, ay, ¿acaso podría ser de otro modo involucrando el asunto a un partido nacionalista?

La ‘única’ condición impuesta por el señor Vendrell para traicionar sin miramientos a sus actuales socios de gobierno –y en especial al PSC-, consistiría en que la formación liderada por Mas apoyase la convocatoria de un referéndum para la autodeterminación de Cataluña, a celebrar el próximo 27 de mayo, en concurrencia con la convocatoria de elecciones municipales.

¿Que la convocatoria de cualquier referendum desde la Generalitat caería en flagrante inconstitucionalidad? Pues nada, un detalle menor que no se puede permitir interfiera con un proyecto de tal envergadura como lo es la construcción nacional de Catalunya, no me extrañaría que fuese la réplica del señor Vendrell.

Al fin y al cabo, ¿a qué si no a esta forma de pensar utilitarista -aderezada con grandes dosis de victimismo- nos tienen acostumbrados a lo largo de su dilatada trayectoria partidos como ERC?

Pues bien, frente a estos abusos, “Ciudadanos-Partido de la Ciudadanía” emerge de nuevo como la única opción política que, sin verse sometida a los condicionantes de la ‘gobernabilidad’, denuncia sin complejos los abusos del nacionalismo patrio; que defiende principios, tan básicos como ignorados a veces, tales como la defensa a ultranza de la igualdad de todos los españoles ante la ley, o la reivindicación de que los derechos corresponden únicamente a las personas, y nunca a los territorios.

Otegi no tiene quien le acuse

Continúa la descomposición de los consensos más básicos en materia antiterrorista.

Ayer el Gobierno defendió la decisión de la Fiscalía de retirar la acusación de enaltecimiento del terrorismo que permitió la absolución del líder de la ilegalizada Batasuna, Arnaldo Otegi.

Mariano Fernández Bermejo explicó esa posición al decir que el fiscal Fernando Burgos hizo “lo que tenía que hacer”, basándose exclusivamente en argumentos “técnico-jurídicos”. Para el ministro de Justicia no hubo ningún “paripé” ni hay lugar para el escándalo ante una decisión “usual” y “normal”.

Mientras tanto, el también batasuno Pernando Barrena acusa al Gobierno de incumplir todos los compromisos “firmados” para posibilitar el alto el fuego que ETA declaró justo hace un año. “Sabemos quiénes fueron los agentes que firmaron ese compromiso”, amenaza sin demasiada sutileza.

Y como colofón al sinsentido, inusitada polémica en torno al nombre del “Foro de Ermua”. Mikel Buesa, presidente del Foro, asegura que la denominación del colectivo no será modificada y atribuyó a la izquierda 'abertzale' la campaña de recogida de firmas iniciada para solicitar que esta entidad deje de utilizar el nombre de este municipio vizcaíno.

Es cada día más obvio que necesitamos nuevas perspectivas y una vuelta al sentido común. Un país no puede permitirse jugar con fuego y tener las cosas poco claras en materias tan críticas como ésta.

Poética, postpoética y realidad

Se ha escrito que “Nocilla Dream”, del físico y poeta coruñés Agustín Fernández Mallo, y uno de los libros con mejor valoración de la crítica en 2006, representa una de las apuestas narrativas más arriesgadas de los últimos años.

De acuerdo con la reseña incluida en el propio libro, Fernández Mallo habría acuñado en el año 2000 el término ‘Poesía Postpoética’. Su Proyecto Nocilla –se anuncia una trilogía- supondría la traslación de esa postpoética al ámbito de la prosa.

Sin defraudar respecto a la declaración de intenciones, y sin que esto reste mérito alguno a la destacable frescura y capacidad de innovación de la obra –como muestra un botón: “El pasado es lo que recordamos del pasado, y ese recuerdo es una miscelánea de fragmentos que ahora, en el presente, pegamos y atamos”-, “Nocilla Dream” es un libro marcadamente pretencioso.

Algo así como lo que sucede con el planteamiento –rechazado de plano como impracticable por cualquier persona con algún conocimiento de Derecho Penal Internacional- de llevar al ex-presidente José María Aznar ante el tribunal de La Haya por su apoyo a la guerra de Irak. Ocurrente y pretencioso –hasta rozar en lo ridículo- a partes iguales.

Ciudadanos, el antisectarismo y la ‘crispación’

Presentación anoche de Ciudadanos-Partido de la Ciudadanía en el Hotel Intercontinental de Madrid.

Tras las intervenciones de los coordinadores del partido en Madrid y en la federación de fuera de Cataluña, cerró el acto su presidente, Albert Rivera.

El discurso de Rivera hizo hincapié en la apuesta incondicional de Ciudadanos por ofrecer a la sociedad una opción política hostil el nacionalismo identitario y al rampante sectarismo, desde un planteamiento de evitar caer en eso que algunos llaman la ‘crispación’.

De la extensión imparable del sectarismo patrio daba un nuevo ejemplo Ernesto Ekaizer esta mañana en la Cadena SER. Ekaizer presumía –con otras palabras, claro- de su papel co-impulsor en una obra teatral del West End londinense –que estaría ahora en proceso de adaptación aquí en España- en la que se presenta a los espectadores con los “simples hechos” para facilitar que éstos se formen su propia opinión personal al respecto de lo oportuno de exigir o no una rendición de cuentas penal a los gobernantes impulsores de la guerra de Irak. ¿Cómo de objetiva se imaginan ustedes que será la presentación de esos “simples hechos”?

En cuanto al frente de la crispación, Federico Jimenez Losantos tronaba esta mañana en los micrófonos de la COPE, ofendido casi por el posicionamiento de Rivera respecto al manido concepto de la ‘crispación’. La tentación, escuchando a Losantos, consiste en equiparar la denuncia de esa ‘crispación’ con una supuesta tibieza en la defensa de los principios de un partido.

En mi opinión, sin embargo, la forma correcta de leer este mensaje es la siguiente: se puede defender los principios de un ideario desde la más absoluta radicalidad, pero denunciando la ‘crispación’ –concepto peligroso a priori por su ausencia de contenido unívoco- cuando se pueda concretar en el uso de posicionamientos políticos como estrategia electoral para dividir. Porque, ¿cómo si no en esta clave ha de entenderse que la última convocatoria de manifestación del PP no estuviera abierta a ningún otro partido político, por ejemplo?

Leyes de purificación

Informaban los medios la semana pasada sobre una iniciativa legislativa en Polonia, de acuerdo a la cual, los ciudadanos de ese país del Este de Europa se verían obligados a declarar bajo juramento acerca de su posible vinculación histórica con el régimen comunista.

Al parecer, esa nueva ley sobre la verificación de las biografías establece que los representantes de medio centenar de oficios –p.e. periodistas, profesores, directores de escuela, diplomáticos, editores o ejecutivos de empresas estatales-, nacidos antes del 1 de agosto de 1972, tienen que firmar una declaración sobre sus relaciones con los servicios secretos del anterior régimen.

Las provisiones punitivas establecidas en la ley se dirigen en especial a castigar al mentiroso, que no al colaborador confeso, con penas que incluyen la pérdida del trabajo.

“Polonia necesita esta ley”, se cita en los medios al historiador Janusz Kurtyka refiriéndose a la “Lustracja”, que es como se llama en Polonia a la norma. “El país se encuentra todavía en el proceso de dejar atrás el periodo comunista y de afrontar los efectos políticos y sociales que a largo plazo dejó la época de la dictadura”, añade el historiador.

Le damos a la cámara rápida y, proyectando escenarios en base a los comportamientos observados en la actualidad, a uno le entran auténticos temblores al imaginarse qué podría suceder en ciertas partes de España si los nacionalistas llegasen a consumar su estafa y salirse con la suya en el futuro.

Intelectuales de izquierda a derecha

Interesante artículo ayer en El País, con dos destacados catedráticos universitarios –de sociología y filosofía respectivamente-, teorizando sobre un supuesto fenómeno de tránsito ideológico de un buen número de ‘intelectuales’ desde el ámbito de la izquierda ideológica hacia posiciones percibidas como más conservadoras.

Las dos perspectivas difieren significativamente en su análisis.

Francisco Fernández Buey –catedrático de Filosofía de la Universidad Pompeu Fabra- cuestiona la premisa mayor diciendo que: “En España se tiende a llamar ‘intelectuales de izquierda’ a muchos que no lo son”, abonando así el terreno a la minimización del supuesto fenómeno de ‘transfuguismo’ bajo análisis.

Haciendo gala de un notable sectarismo, sin afán de disimulo alguno, concluye su artículo Fernández Buey con una petición en abierto: “Honremos, pues, lo que éstos [los intelectuales de izquierdas que se han mantenido leales] han hecho como intelectuales de verdad y el valor de su resistencia ético-política”.

En un contraste digno de elogio, sin embargo, Ignacio Sotelo –sociólogo autor de “A vueltas con España”-, propone la tesis de que, en realidad, el fenómeno digno de ser destacado es la cuasi mimetización de lo que hoy se defiende desde las dos atalayas básicas del terreno político nacional.

Ése entiendo es el camino. Que dejemos de interpretar el mundo político en clave de izquierdas y derechas como posiciones monolíticas, fácilmente alineables con los conceptos de buenos y malos desde ambas orillas.

Felicidades pues a Ignacio Sotelo. Y que otros sigan su ejemplo.