La semana pasada llegó a los medios la noticia de una iniciativa del gobierno peruano por concienciar a su población de lo nocivo de una práctica tan arraigada como lo es allí –a todos los niveles- el retraso sistemático de hasta una hora de reloj.
Y no es difícil entender el porqué. ¿Cómo puede funcionar una sociedad cuando incluso un presidente de gobierno saliente llega con un generoso retraso -de más de un cuarto de hora- a la toma de posesión de su sucesor?
Nada puede funcionar correctamente cuando los plazos se convierten en irrisorios. Un buen ejemplo que me viene a la mente, de las noticias de la semana pasada, tiene que ver con el funcionamiento de la justicia española.
El 28 de febrero –¡de 2007!- un auto del Tribunal Supremo declaró la imposibilidad de ejecutar su sentencia del 9 de junio de 2000 –por la que se anulaba la concentración de la Ser, Antena 3 Radio y Unión Radio-, debido al cambio de la ley que regula el sector de la radio, aprobado por el Gobierno de José Rodríguez Zapatero en junio de 2005.
Sobran comentarios, aunque, pensándolo bien, quizá podríamos instar al flamante ministro de justicia –si es que esa alta responsabilidad sirve en realidad para algo- a emular al presidente del Perú celebrando una gran fiesta para la adecuada concienciación de todos los agentes del sistema judicial sobre este delicado asunto…
Comentarios