Bajan las aguas más calmadas por la calle Génova. Nadie se acuerda ya de Gallardón, dicen. Pizarro es un magnífico gestor; Pizarro es el valedor de los débiles; Pizarro es la generosidad del empresario que se dedica a la política sin tener por qué hacerlo… Pizarro, vaya, habría protagonizado un luctuoso eclipse total del otrora inasequible al desaliento alcalde madrileño.
No sé, no sé. Si yo estuviera en la piel del alcalde estaría releyendo apresuradamente la obra cumbre de Pedro Muñoz Seca: La venganza de Don Mendo.
Muñoz Seca recordemos, dio origen a un subgénero cómico, el astracán, que pretendía hacer reír a la audiencia a toda costa. Resulta difícil saber, por cierto, si ése es el género que sirve de fuente de inspiración a los actuales jerifaltes populares. La tentación es pensar que sí. Sobre todo cuando una de sus supuestas prioridades programáticas es proclamar ahora, urbi et orbe, que el modelo educativo catalán discrimina a los castellanohablantes. ¡Pero si es el mismo modelo que ellos apoyaron durante su intimísimo contubernio pujolista!, exclamaría Muñoz Seca, feliz de su hallazgo, si pudiese escribir la actualización de su obra estrenada hace ahora noventa años.
Quizá desempolvando los diálogos entre Don Mendo y su rival amoroso, el privado del Rey, Don Pero, podría servir el alcalde las siguientes cuestiones en plato frío al señor Pizarro: ¿Es justo considerar brillante la gestión de un Presidente que, tras varios años al mando, hace viable una OPA hostil lanzada gracias al renqueante valor de las acciones de su compañía? ¿Es correcto el paralelismo entre defender los intereses de unos accionistas, alineados en la búsqueda del mayor valor, con los de todos los españoles? ¿Va a resultar perjudicial para el patrimonio del señor Pizarro a medio y largo plazo esta incursión estelar en el mundo de la política?
Si sus respuestas también son negativas sabrán a qué me refiero. Bienvenidos los nuevos rostros a la política; aunque algunos no sean tan nuevos como podría parecerlo a primera vista. Y un último favor: que nadie se refiera al señor Pizarro como empresario. Dirigir una gran empresa no es lo mismo que montarla desde la nada. A cada cual lo suyo. Ni menos ni más.
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