Se publica un manifiesto, otro, llamando la atención de la ciudadanía sobre la flagrante vulneración de derechos lingüísticos que se está perpetrando en muchos rincones de España.
La cobertura de la noticia en medios tan ilustres como El País se reduce a la mínima expresión, a pesar de las notables adhesiones que este manifiesto suscita ─tanto cuantitativa como cualitativamente─. En su edición del jueves el diario español de mayor tirada no dedica ni una sola línea al asunto.
En su lugar, nos encontramos un artículo del veterano periodista Josep Ramoneda demandando que esa ingente cantidad de nacionalistas españoles salga de una vez del armario patrio. Ramoneda parte de las más recientes declaraciones del líder de la oposición, el (poco) popular Rajoy, para acusarle, nada más y nada menos, que de “ver la paja en el ojo ajeno y no ver la viga en el ojo propio”.
Será que Ramoneda, desarrollando su propia versión del genial ‘raca raca’ de Peridis, no ha leído obras recientes de gran interés como “La dejación de España”, firmada por la socióloga Helena Béjar. Allí se segmentan los sentimientos de pertenencia nacionales que la autora considera predominan en nuestro país a día de hoy.
Donde la señora Béjar ve una clara distinción entre un españolismo de raigambre histórica, cultural y de sentimientos, y otra categoría ─que ella denomina, no sé si afortunadamente, como neoespañolismo─, en la que lo que predomina son el sentimiento cívico y el llamado patriotismo constitucional, Josep Ramoneda no se pierde en matices.
Quienes tienen la fina ‘paja en el ojo’, en materia nacionalista, son esos dirigentes políticos autonómicos que legislan para cercenar los derechos de unos conciudadanos que no comparten sus ensoñaciones cimienta-patrias, llegando incluso a negar en ocasiones la dignidad humana de ‘los otros’, paso previo a la justificación del terrorismo.
La voluminosa ‘viga en el ojo’, ay, queda para todos los demás, sin finuras; todo ese contingente de personas a quienes no se puede achacar ─en un 99%─ haber propuesto siquiera imposición alguna a nadie ─derechos individuales─ desde la base de sus posturas identitarias.
Curiosa vara la que tiene el señor Ramoneda a la hora de medir grosores. Ésa es la vara con la que declarar que se prefiere que gane Rusia no es más que una chiquillada intrascendente, mientras que pasearse por la plaza de Colón, con la bandera, animando a un equipo de futbol en la que juegan tus conciudadanos, es un gesto con poso franquista.
Va a ser que no.
Comentarios